Arrio (256 - 336) fue un presbítero de
Alejandría (Egipto), probablemente de origen libio, fundador de la doctrina
cristiana conocida como arrianismo.
Discípulo de Luciano de Antioquía, se enfrentó
a su obispo proclamando que Dios (el Padre) había creado de la nada al Logos
(su Hijo); que «hubo un tiempo en que el Hijo no existía», y que por tanto el
Hijo era una creación de Dios y no era Dios mismo.
Su doctrina se conoce como arrianismo, aunque
ya existía antes de Arrio; por ejemplo, en las obras de Pablo de Samosata. En
Tertuliano se encuentra la creencia análoga a la de Arrio de que el Hijo de
Dios no existía antes de ser engendrado. En Justino Mártir se encuentran
sentencias subordinacionistas similares a las de Arrio, al igual que en
Orígenes.
La defensa del arrianismo fue asumida por
diversos líderes eclesiásticos, entre los que se destaca Eusebio de Nicomedia,
quien llegó a administrar el bautismo en su lecho de muerte al emperador
Constantino I el Grande.1 2
Sin embargo, el arrianismo fue condenado como
herejía por el Concilio de Nicea en el año 325. En este sínodo de obispos
triunfó la doctrina de la consustancialidad (homoousios, la misma sustancia)
del Padre y del Hijo. De los 318 obispos, 18 permanecieron inicialmente firmes
en sus creencias arrianas, pero las presiones fueron mermando el número hasta
que no quedaron más que dos: Eusebio de Nicomedia y Teognio de Nicea, que no
aceptaron la imposición del Credo Niceno. Finalmente Arrio y sus seguidores
Teonas y Secundo fueron excomulgados. El emperador Constantino I decretó además
el destierro de Arrio y de los dos obispo arrianos (Eusebio y Teognio) a Iliria,
además de decretar que los escritos arrianos fueran quemados y quienes los
ocultasen fueren condenados a muerte.3
Pero años más tarde Constantino suavizó su
postura hacia al arrianismo y un concilio posteriores restauró la corriente
como doctrina legítima al interior de la Iglesia. Así ocurrió en el concilio de
Tiro y Jerusalén (años 335-336), que a posteriori no fue incluida en las listas
oficiales de concilios, así como ocurrió con los concilios previos a Nicea que
abordaron el tema de los donatianos. Como resultado de las reuniones de Tiro y
Jerusalén, el emperador terminó desterrando esta vez al obispo anti-arriano
Atanasio de Alejandría, quien fue acusado de usar los envíos de grano que salía
de Egipto a Constantinopla como chantaje para resolver una discusión sobre
teológia especulativa.4
La condena definitiva a los arrianos llegó en
el Primer Concilio de Constantinopla (381).
Posteriormente el arrianismo pervivió entre los
godos y otros pueblos germánicos. Arrio era un predicador popular y se decía que
sus sermones eran cantados y repetidos por la gente del pueblo. Su obra
principal fue Θαλια (Talía), hoy
desaparecida, al igual que el resto de sus libros, que fueron quemados y
proscritos, aunque fragmentos de sus textos han perdurado parafraseados en las
obras de sus detractores y gracias a ellos su pensamiento se ha podido
reconstruir hasta cierto punto.
Arrio murió en extrañas circunstancias
(posiblemente envenenado) en 336, en la víspera del día en que iba a ser
readmitido en la comunión de la Iglesia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario